No hay un proceso para convertirse en ateo, ni se requiere un salto de fe ni un diplomado ni nada… Todos nacimos ateos... pero algunos sanamos y otros empeoraron...
Para convertirse en evangélico, sí hay que pasar por un
proceso. No fue un Lapsus Brutus que aún permanece, no; el pasar de la fe atea
a la fe evangélica requirió un proceso y, en su momento, una decisión difícil y
razonada. Era pasar de “brillante” ateo libre pensador sin cadenas dogmáticas,
a ser un “loco y tonto religioso” que es la forma “cariñosa” como ven los ateos
a los “pobres” religiosos. Era también “traicionar la fe de la familia” por no
seguir la “religión oficial”, las costumbres y tradiciones familiares; era
volverse “un protestante”… un “ser anormal”.
Tengo más de 30 años de seguir a Cristo y es lo
mejor que me ha pasado. Antes de eso empecé a interesarme más por las
religiones. Escuchaba con otros oídos a mis amigos de escuela y trabajo que
eran católicos y a los Testigos de Jehová; enfaticé la lectura de la Biblia ; retomé la literatura
de los Rosacruces, de los Testigos de Jehová y de otras religiones. ¿Cuál es el
verdadero Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Cuál es la verdadera iglesia? Son
preguntas obligatorias cuando te empiezas a interesar en Dios de una manera no
ateísta.
Mi madre ya era creyente y procuraba hacerme escuchar
a su pastor y nuevos hermanos; así que se las arreglaba para que ellos
estuvieran ahí cuando me invitaba a comer a su casa. También me invitaba a que
la acompañara a su iglesia… accedí ir con ella algunas veces para no hacerla
sentir mal. Yo llegaba, pero sentía que ese ambiente no era para mí. Pensaba:
“esta gente fanática no sabe nada”…
Un jueves de oración, que los cristianos de años
saben que no son muy concurridas, en ausencia del pastor predicó un evangelista
ya anciano de nombre “Juarito”; es todo lo que conocí de él. A mi parecer no
era muy brillante ni muy elocuente.
Terminó su prédica. No hizo ninguna invitación de aceptar a Cristo. Dio por
hecho que por ser jueves de oración todos los presentes ya eran creyentes. Algunos
empezaron a pasar al altar para orar y otros ya estaban de pie orando…
Por imitación, igual yo me puse de pie y cerré mis
ojos; no para orar, pues no sabía orar… eso no es de ateos… Yo no escuché la
voz de Dios ni tuve ninguna experiencia sobrenatural espectacular. Solo sé que de
pronto empecé a llorar como un niño y algo me impulsaba a pasar al altar y
arrodillarme. Como buen ateo sabía que eso era impropio, que eso tenía una
explicación lógica, que debía razonar bien ese momento… ¡Son tantas ataduras y
complejos que tiene el ateo!... Aunque tanto presume de libertad...
Con pasos lentos, indecisos, con la lucha normal
contra la razón recorrí el espacio de dos líneas de bancas que me separaban del
altar… y caí de rodillas…
Nadie oró por mí, nadie me impuso manos, nadie me
guió en una oración, nada…
Me levanté del altar después de unos minutos eternos y
avancé lento a mi lugar. No me sentía mal, no sentía pena de que me hubieran
visto llorar, no me sentía tonto por haberme arrodillado a un Dios del que siempre
pensé era un mito… Me sentía más liviano, veía todo más brillante… sabía que
algo había pasado en mi interior… sabía que ya no era el mismo.
Mientras el ateo desperdicia su cerebro y vida tratando
de convencernos que Dios no existe y que la religión es mala y es para
ignorantes; y se levanta cada día contra Dios dando feroces golpes al aire, yo
doy gracias porque un día Dios llegó a mi vida.
Los ateos que ahora somos evangélicos, creímos, no
porque alguien pudo demostrarnos la existencia de Dios; creímos por fe. Así
como por fe manteníamos nuestro ateísmo, así también un día por fe aceptamos a
Cristo.
Recuerdo las palabras de Job:
5 De oídas te había oído;Mas ahora mis ojos te ven. 6 Por tanto me aborrezco,Y me arrepiento en polvo y ceniza. (Job 42.5-6).
Para el ateo solo soy un tonto fanático religioso que
él quisiera liberar. ¡Bendita locura! Ahora yo pregunto: ¿A quién perjudico con
mi fe?... ¿Que no tengo libertad de ser lo que yo quiera mientras no atropelle
los derechos de otros?
Por otro lado: ¿Quién le ha pedido ayuda al ateo para que me "libere"? Para lo que el ateo es una atadura y locura para mí es una gran
bendición. ¿Así que liberado de qué, de Cristo? ¡Nunca!: El evangélico está
unido felizmente en vida y muerte con Su Señor.
Nací ateo, pero… ¡¡Renuncié a morir así!!
Genaro Poot May
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